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Por un rasguño


Era una noche del mes de marzo, víspera de la Semana Santa, por la mente de aquella mujer pasaron muchas escenas de su vida conyugal. Unas claras, otras borrosas, producidas en ese instante, por el agudo dolor que se siente cuando verdaderamente se ama a una persona. 

Lo que sucedió después, aquella noche, era algo cotidiano, atónita quedó al ver a ese compañero que un día la vida le deparó para recorrer juntos el camino de la dichosa TERCERA EDAD y esperar juntos el momento final. En efecto, allí estaba el amor de su vida, muy sonriente, haciéndole mercado a una mujer, para luego ir en su compañía a tomar su acostumbrado capuchino a una panadería cercana. 

Aquella dolida mujer observó como él, galante y espléndido caballero (con otras), traía dos cafecitos a la mesa, estaban tan compenetrados en su charla, que no veían ni sentían el llanto de una señora en el umbral de la puerta de la panadería, que observaba la escena. Sacando fuerzas de donde no tenía, como pudo, secó sus lágrimas, llegó hasta la mesa y se sentó con los dos amantes. En ese mismo instante percibió cierto nerviosismo. Él, tembloroso más de lo normal; ella, sin poder contenerse, fumando como una chimenea.

Más sorprendida quedó al ver como la mujer le pedía a su amado, le brindara también a la señora un café. Él, machista a ultranza, o para lucirse ante la que quería parecer una dama, respondió muy serio no tener dinero, sin embargo, lo compró y al traerlo, casi lo tira en la mesa. La actitud de aquel hombre, a quien aquella señora amaba, y al que había dedicado una parte de su vida, quitó la venda de sus ojos e hizo crisis esa noche en su mente atormentada. Una reacción de celos y dolor de mujer herida desde hacía tiempo en sus más profundos sentimientos, fue normal ante tanta humillación, desprecio, egoísmo y maldad, que ahora recordaba con claridad. 

Las cosas pasaron como tenían que haber pasado y un rato después, en la tranquilidad de su casa, se oyeron reclamos, gritos, ofensas, insultos, forcejeos. El hombre como un energúmeno arrebató de sus manos en forma violenta, las llaves del auto que compartían, le arrojó por la escalera las cobijas y sus libros fuera de la habitación matrimonial, hasta que el forcejeo, un leve "rasguño" desató una tormenta arrastrando a ambos entre sus aguas turbulentas... Un camino compartido... Un amor... Unos sueños... ¡Un hogar...! Realmente, ¿Fue el "¿RASGUÑO”, u otra cosa? ¡Que DIOS, como SER SUPREMO juzgue con la verdad, a ÉL no se le puede engañar...! 


Por:
Francia Marcano
Escritora