En un pequeño pueblo, rodeado de montañas, vivía un niño de 7 años llamado Lucas; su familia estaba compuesta por el abuelo Manuel, la abuela Rosa y su madre Clara. Lucas estaba lleno de curiosidad y alegría, pasaba sus días explorando el jardín, jugando y soñando con aventuras.
Un día soleado, mientras jugaba en el jardín, escuchó un suave trino que provenía de un arbusto cercano. Intrigado, se acercó y para su sorpresa, encontró un pequeño pajarito de plumas amarillas, que parecía perdido. El pajarito, al ver a Lucas, no dudó en volar hacia él y en un giro inesperado se posó en la cabeza del niño.
—¡Mira, abuelo! —gritó Lucas, riendo—. ¡Tengo un nuevo amigo!
El abuelo Manuel, estaba sentado en su butaca leyendo un libro, levantó la mirada y sonrió al ver la escena. El pajarito, parecía no tener miedo, se acomodó en el cabello de Lucas, como si hubiera encontrado el lugar perfecto para descansar.
—Parece que este pequeño tiene un buen sentido de la compañía —dijo el abuelo, acercándose para observar al nuevo inquilino.
Lucas, emocionado, decidió que el pajarito se llamaría Bartolito. Desde ese día, Bartolito se convirtió en parte de la familia. Cada mañana, Lucas lo alimentaba con semillas y frutas, Bartolito, a cambio, llenaba la casa con su canto melodioso. El niño y el pajarito se volvieron inseparables; dondequiera que Lucas iba, Bartolito lo seguía volando o posándose en su cabeza.
Los días pasaron y la amistad entre Lucas y Bartolito se fortaleció. Un día, mientras jugaban en el jardín, Bartolito voló más alto de lo habitual. Lucas lo llamó, pero el pajarito parecía estar disfrutando de su vuelo. De repente, un fuerte viento sopló y Bartolito se alejó, perdiéndose entre los árboles.
Lucas sintió un nudo en el estómago. Corrió tras él, llamándolo con todas sus fuerzas.
—¡Bartolito! ¡Vuelve! —gritaba, pero el pajarito no regresaba.
Desesperado, buscó en cada rincón del jardín y del bosque, pero no había rastro de su amigo.
Esa noche, Lucas no pudo dormir. Se sentó en su cama, mirando por la ventana, esperando ver a Bartolito regresar. Su abuelo, al notar la tristeza de su nieto, se sentó a su lado y le dijo:
—A veces, los amigos necesitan un poco de espacio para explorar. Pero no te preocupes Lucas, Bartolito es un ave valiente y siempre encontrará el camino de regreso a casa.
Pasaron los días y Lucas seguía buscando a Bartolito y su corazón no perdía la esperanza. Un día, mientras estaba en el jardín, escuchó un trino familiar. Su corazón se aceleró. Miró hacia arriba y para su sorpresa, vio a Bartolito volando hacia él. El pajarito aterrizó suavemente en su cabeza, como si nunca se hubiera ido.
—¡Bartolito! —gritó Lucas, lleno de alegría— ¡Estás de vuelta!
El niño abrazó a su amigo, sintiendo que su corazón se llenaba de felicidad. Bartolito, al parecer, había tenido una gran aventura, explorando nuevos lugares.
Dolores Maza.