Caballo de bronce
Veloz en la llanura
Cascos en el vuelo, rozan flores de mastranto
que aroman el rosado azul atardecer
El viento mueve su pelo como flechas de cobre y oro
en el escape feroz de la aniquilada batalla por su libertad
Roza el horizonte abierto de nubes de fuego misteriosas
Que se sobreponen en cumbre de agua creciente
fustiga su indomable carrera
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Fui escogida como la tierra
gruesa de alma, débil de espíritu
lecho de cocción que afina el alma
el espíritu florece como la luz
cuando entra por la ventana
en el transitar del camino angosto donde crece la vida
como una esponja con plumajes de colores
formados de dolor y alegría
estrellas que se apagan y prenden su luz en las alturas
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Tu
Flor de cayena perfecta
Esencia sencilla vestida de estrella enamorando la luna
Finita de colores, blanca, amarilla y purpura en el jardín del Edén
tapaste a la mujer en un momento de apuro
tu infinito se volvió finito en el lecho donde reposa la vida
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En la luz ves, las maniobras de la oscuridad
La oscuridad acecha la luz
en un descuido
arropa su visión en ceguera que tropieza
la invalida en el error
En el sistema del universo, ellas conviven
Como el día y la noche
Es la señal de sus presencias
El romance se viste de ellas
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Sabana, sabana
Jardín abierto de bejucos florecidos
Mastranto de alegres vientos con abejas en el vuelo
Se posan en tu flor y chupan tu miel mirando el cielo
El caballo corretea los valles y los riachuelos morichal adentro
Tu cantar en la garúa cuando el guásimo ya está para comerlo
El caminante se regocija con tus guayabitas en ayuna
Paraulatas, cucarachero con su canto bailan las tortugas en un amanecer
de invierno.
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No veas tus pies
Ve el horizonte a donde ellos caminaran
Por
Luz Noemí Rivas
Poeta