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Entre perros y gatos - El amor de madre

 


Desde niña escuché muchas veces que entre los perros y los gatos solo vería peleas, ladridos, maullidos, mordiscos y aruñazos. Que los perros y gatos no pueden vivir y estar juntos, que entre ellos priva las peleas y eso fue lo que vi durante muchos años. Sin embargo, con el paso del tiempo, el cambio de las eras, el salto cuántico, y no sé qué otro factor pudiera estar influyendo, pero todo cambio.


En el patio de la casa de doña Tina vivía una perrita poodle llamada Princesa, quien tenía un pelaje marrón claro y ojos color caramelo. Ella tenía muchos años en esa casa. Y recientemente llegó, de forma itinerante, una gata de color gris con rayas blancas y ojos verdes claro.


Al principio Princesa ladraba y la ahuyentaba, sin embargo, la gata fue eliminando los roedores que minaban la vivienda, lo que generó confianza entre los habitantes de la casa y terminó siendo bien recibida por ellos y Princesa.


Ambas; la gata y princesa estaban preñadas y parieron con días de diferencia. 


Princesa parió tres perritos; dos negritos. Negritos como el papá, cuyos dientes era lo único blanco que sobresalía dentro de todo lo negro, y el tercero igual a Princesa. La gata parió un gatico igual a ella.   Ambas amamantaban y cuidaban de sus retoños, sin embargo, un buen día la gata salió de casa como acostumbraba hacer, pero ese día no regresó, dejando a su gatico en la casa de doña Tina. 


El gatico maullaba buscando a su madre, a quien no encontró. Maulló durante todo el día y trataba de acercase a Princesa quien, lo esquivó hasta bien pasada la tarde, cuando se echó a amantar a sus cachorros y el gatico se acercó a ella.  


Para el asombro de todos los presentes los cachorritos de princesa le abrieron el espacio al gatico, quien también comenzó a succionar la leche que no era de su propia madre, ni de una madre de su especie, sino de la perra.


Desde ese día Princesa adoptó al gato como su hijo. Los perritos lo asumieron como su hermano y ya no eran tres los hijos de princesa, sino cuatro.    


Princesa no rechazó al gatico porque no era un perro, al contrario, para ella era otro perro y uno más de sus hijos.


Fue aleccionador ese acto de amor, de una madre que cobijó a un hijo que, aunque no lo parió, ni era de su especie, necesitaba del alimento y el cuidado que ella le ofreció como a uno más de sus hijos.


En la medida que escribía esta historia, llegó a mi mente la realidad de esa familia, y es que doña Tina crió a varios de los hijos de su esposo fuera del matrimonio, como si hubiesen sido los suyos propios, lo único que no hizo fue amantarlos, a pesar de las críticas, juicios y consejos inadecuados de todas aquellas mujeres que miraban con malos ojos esa acción de amor e igualdad entre sus hijos paridos y los que no. Hijos que al pasar de los años quieren y respetan a su segunda mamá como a su madre biológica (ambas están vivas y comparten los eventos importantes de sus hijos, los buenos y lo no tan buenos).

¿Es esto amor de madre?



Por
Olivia Brazón
Escritora