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Juaniloco - El niño que hablaba con los pájaros

 


Hubo una vez un niño que aprendió a hablar con los pájaros. Sus padres no lo sabían y cierta vez que lo encontraron, gesticulando ante un nidito, sorprendidos le preguntaron:

—¿Qué estás haciendo Juanito?

Y Juanito les respondió:

—Hablando con los pichoncitos…

Sus padres se sonrieron y dijéronse para sus adentros: ¡Cuánta imaginación tiene Juanito!, ¡Qué niño tan fantasioso…!

Pero la gente que a diario veía a Juanito debajo de algún árbol, hablando hacia arriba, comenzó a pensar que Juanito lo que estaba era loco de atar y comenzaron a llamarlo Juaniloco.

Sus padres vivían preocupados por Juanito; pues, si bien él no manifestaba en su vida escolar ni familiar ningún signo de locura, tenía esa extraña manía de pretender conversar con los pájaros.

Una vez, el adivino del pueblo despertó alarmado por un perturbador sueño que había tenido y convocó a todos los adultos para una reunión urgente. Les comunicó que se avecinaba una terrible calamidad sobre la comarca y que le había sido revelado que sólo le podía salvarlos del mal que se cernía sobre ellos, una persona que pudiera comunicarse con los pájaros, ya que ellos poseían el secreto para su salvación.

Inmediatamente todos pensaron en Juanito y se preguntaron: ¿Será verdad que Juaniloco puede hablar y entenderse con los pájaros?

Enterado de la supuesta cualidad de Juanito, el adivino envió por él y, ya en su presencia, le comunicó lo que le había sido revelado y le preguntó si era cierto que podía hablar con los pájaros. Juanito miró a todos lados sintiéndose el ser más importante de la tierra. Hinchó su pequeño pecho y contestó emocionado:

—Yo hablaré con los pájaros. Ellos son mis amigos. ¡Yo salvaré al pueblo!

Todos dieron vivas a Juanito, pero muchos no creían, todavía, en las palabras del niño. Juanito se dirigió a la plaza del pueblo y comenzó a silbar. Tan pronto como dejó de hacerlo, la gente sorprendida miraba cómo cientos de pájaros se acercaban a Juanito. Un turpial enorme, el de colores más vivos y llamativos que hubiesen visto jamás, se paró en su brazo extendido y Juanito comenzó hablar con él. 

Todos se atropellaban intentando oír la conversación, pero nada más se alcanzaban a escuchar las palabras de Juanito. El turpial sólo respondía con un canto. Al fin, el turpial voló y se posó en la copa del árbol más alto de la plaza. Intrigados, todos se acercaron a Juanito para saber lo que le había dicho el turpial. Y Juanito les dijo lo siguiente:

—He conversado con el rey de los pájaros de esta región y me ha comunicado que debido a que ustedes han ido acabando poco a poco con los pájaros de la comarca, se ha ido incrementando el número de gusanos. Y ya quedan tan pocos pájaros que no son suficientes para comerse los gusanos y los gusanos comienzan ya a devorarse las hiervas que comen los conejos, los chivos y las vacas; y pronto no habrá ni vacas, ni chivos, ni conejos con que alimentarnos. Y los gusanos comenzarán a comerse las cosechas y muy pronto no habrá ni trigo, ni arroz, ni maíz en los campos, ni frutas en los árboles; porque todo se lo habrán comido los gusanos y el hambre acabará con todos nosotros y desaparecerá este pueblo y todos los pueblos de la región.

Todos miraban aterrorizados a Juanito y el adivino, muy preocupado, le preguntó si el turpial no le había comunicado de qué manera podían salvarse de la tragedia que se les venía encima. Y Juanito les dijo: 

—La solución la tienen ustedes en sus manos. No vuelvan a matar un pajarito. Cuiden sus nidos y ayuden a que se multipliquen y ellos acabarán con los gusanos.


Desde ese día, todos los habitantes del pueblo se dedicaron a cuidar a los pájaros y éstos, en muy poco tiempo, se comieron a los gusanos que amenazaban acabar con la vegetación; y desde ese entonces, a Juanito nadie más lo llamó Juaniloco. Y cuando veían que Juanito se acercaba a los árboles, todos, incluidos sus padres, guardaban un respetuoso silencio para que Juanito pudiera conversar tranquilamente con sus amigos los pájaros.



Por
Jesús Núñez León
Poeta / Escritor