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Poemas -Jesús Núñez León

 

Elogio a los niños


Los niños son, del mundo la esperanza;
las almas sin hollar, lo más excelso;
ellos son la verdad y la confianza
de que un mañana habrá en el universo.


Los niños son, la energía desbordante;
el vuelo, sin cesar, del colibrí;
y fue Cristo quien dijo aquella tarde,
dejad que los niños vengan hacia mí.


Son los niños, la inocencia, la alegría;
de que la vida seguirá, son la certeza;
de que habrá el amanecer del nuevo día,
de la utopía, del amor, de la belleza.


Los niños son la paz, no el aquelarre
de brujas perturbadas que es la guerra;
son las límpidas pupilas de una madre;
la sazón, son los niños, de la tierra.


Permitámosles vivir el esplendor
de sus sueños, de delirios de grandeza;
aprendamos a avivar el resplandor
de la luz que destella su inocencia.


Desterremos de sus vidas el dolor
y que el llanto jamás moje sus mejillas;
impregnemos sus espíritus de amor,
¡que sus almas nunca alberguen las rencillas!


Que el Altísimo ilumine sus caminos,
que la Virgen los proteja, como madre;
ellos son perpetuidad, luz y destino;
¡ellos son el corazón de cada padre!


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A la Batalla Naval de Maracaibo


Además del natalicio de Bolívar,
el 24 de julio se celebra,
un suceso que en nuestra alma pone almíbar,
¡la batalla naval de Venezuela!


El lago de Maracaibo fue escenario,
de esta gesta de patrióticos acordes;
el Almirante Padilla, el victimario,
de las huestes del realista Ángel Laborde.


Manrique y Urdaneta, ambos brillaron,
de la patria blindaron bien sus flancos;
y heroínas también participaron,
Domitila Flores y Ana María Campos.


A los patriotas dos horas les bastaron,
para hacer huir a la española escuadra;
y ante el mundo esos valientes demostraron,
que a este país más ningún perro le ladra.


Y unos diez días después capitularon,
la infamia y la deshonra aquí no volverán;
los españoles el acta al fin firmaron,
¡y más nunca a esta nación pisotearán!


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Tus mensajes


Tus mensajes son destellos,
que irradian tus feromonas;
tu escribir ardiente y bello,
alborota mis hormonas.


Con leerte ya me enciendes,
¡cómo será si te tocó!;
o si horizontal me tiendes,
¡imagina ese sofoco!


De incertidumbre es el reto,
que la vida me ha lanzado;
dueño de tu cuerpo inquieto,
mas sin tenerte a mi lado.


¿Pasatiempos del destino?
¿Un castigo del Señor?
¡Qué curioso desatino,
el de sufrir por amor!


Jugar con el pensamiento,
mientras las pasiones gimen;
las ansias que por tí siento,
me angustia que me dominen.


El ardor que me transmites,
jamás yo lo había sentido;
otra mujer no derrite,
mis instintos reprimidos.


¿Qué tienes que me enajenas?
¿Será tu cuerpo de diosa?
¿O es tu divina colmena,
de mieles la más sabrosa?


Quisiera una solución,
al conflicto en que me encuentro;
¡o me arranco el corazón,
o me achicharro por dentro!


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El fuego de tu cuerpo


Te conocí y acepté gustoso el reto,
tus soles la pasión me despertaban;
insistentes, a mi blanco bien inquieto,
tus flechas de Cupido asaeteaban.


Mis instintos, osados se tornaron
y me adentré en tu selva inexplorada;
y tus lobos ansiosos devoraron,
con sus fauces la presa codiciada.


Del crepúsculo a la aurora retozaste,
fue una noche de ardor indescriptible;
del agua de mi fuente te saciaste,
beber tanto, pensé que era imposible.


Y fui desde esa noche tu marido,
de las mieles de tu cuerpo siempre urgido;
deambulando feliz y complacido,
por el fuego de tu vientre consumido.