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De qué hablo cuando hablo de escribir - Amarilis Salazar


Haruki Murakami, autor del libro De qué hablo cuando hablo de escribir, es un consagrado novelista japonés, que ha escrito varias obras, algunas de ellas como Tokio blues, Los años de peregrinación del chico sin color y 1Q84, convertidas en best seller. Durante su carrera ha obtenido numerosos premios y reconocimientos. Ha sido reiteradamente candidato al Premio Nobel de Literatura. Sus novelas se traducen a más de 50 idiomas.

El libro que hoy nos ocupa tiene rasgos autobiográficos, referidos a las confesiones del autor como escritor de novelas largas, aunque también pueden ser de extensión breve o mediana. Murakami se explaya describiendo cuál es el proceso de la creación de sus obras, desde el inicio hasta la culminación.

Comienza explicando que antes de los veintinueve años nunca se planteó ser escritor. Su pasión era leer y escuchar música. Recuerda que alrededor de esa edad tuvo la intuición, la corazonada de querer escribir una novela y también tuvo el presentimiento de que ganaría con ella un premio.

Ambas cosas se cumplieron. A partir de allí, implementa la mecánica que ha llevado a cabo para escribir novelas largas. Un método que cumple con rigurosa disciplina y que incluye una fase inicial de preparación, de silencio, que le permite identificar esa necesidad de querer manifestar algo. Ese impulso interno que él logra dominar, para luego escrutar y verterlo en páginas.

Los capítulos de este libro encierran sus experiencias y criterios: sobre la vocación de novelista, considera que es un tipo de fuerza que le ha sido otorgada por algo o alguien. Él la atrapó y ha cuidado de esa facultad hasta la actualidad. Al referirse a los premios literarios, señala que su concesión o no, muchas veces, no guarda relación con el contenido o calidad de las obras. No obstante, son muy estimulantes para quienes resultan galardonados. Rechaza participar como jurado en estos tipos de reconocimientos.

Murakami comenta los requisitos de la originalidad, a saber: tener un estilo propio claramente diferenciado de los demás. Ser capaz de superar el estilo peculiar, es decir,
innovar. Y convertir la originalidad, con el paso del tiempo, en una norma. Ante la interrogante, ¿qué escribir?, indica que los noveles escritores deben aprender a acumular materiales de la realidad, la cual es gratuita. Luego, deben seleccionar aquellos aspectos que los sorprendan. En su caso, él los etiqueta mentalmente; en forma sencilla, por fecha, lugar y circunstancias.

Es muy perseverante cuando decide producir una novela; se impone la disciplina de escribir, tenga o no ganas, diez páginas diarias. Inicia su actividad muy temprano en la mañana. Trabaja cinco o seis horas al día. Al terminar la primera versión de la obra, descansa y retoma un proceso, con pausas, para la reescritura, corrección y opinión de terceros. La realización de todo este conjunto de tareas puede llevarle entre uno, dos y hasta tres años.

Para escribir, del modo que lo ejecuta, se apoya en sus fortalezas físicas y espirituales. Mantiene su cuerpo lo más fuerte y sano posible, practicando deportes.

Sobre los personajes de sus obras, señala que se forman de manera natural, en el transcurso de la historia novelada. Eso ocurre a medida que va escribiendo el contexto en el cual se moverán; entonces van cobrando vida y realidad poco a poco. Admite que para crearlos hay que conocer mucha gente.

En lo que respecta a ¿para quién escribir? Lo hace para él mismo, para su disfrute, pero no pierde de vista a sus lectores. No tiene un público objetivo. Lo importante es el hecho de que las personas y él se conecten a través de sus estructuras narrativas.

Murakami ya era un escritor conocido en Japón cuando, decepcionado, ante las rígidas estructuras de su país y los paradigmas del sector editorial, decide probar suerte en Estados Unidos. Fue un nuevo comienzo; como un autor novel con cuarenta y tantos años. Reconoce que valió la pena su empeño de explorar hasta dónde podía llegar en el extranjero. Los beneficios obtenidos son muchos, en especial la satisfacción de que sus obras son valoradas en coordenadas culturales muy diversas.

Al final, concluye que se siente un ser normal y corriente, dotado con un poco de talento para escribir. Y que su obstinación de ser escritor, insistir en mantenerse como tal, sumado a dosis de azar y fortuna, han allanado el camino para vivir como quiere. Con honestidad acepta que su proceso de creación es tan solo una referencia. Seguro está que cada novelista tiene que descubrir un estilo propio, basado en sus historias, en sus realidades.

De qué hablo cuando hablo de escribir son doscientas noventa y seis páginas, cargadas de muchos e interesantes detalles, correspondientes a cada etapa del trabajo de escritor. El autor es generoso compartiendo sus experiencias y puntos de vista. El libro tiene una prosa sencilla y comprensible. Recomendable su lectura para quienes transitan por el exigente oficio de escribir novelas y relatos.