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El olvido selectivo - Miguel E. Molano


 Rafael Ángel Insausti, un desaparecido 
de la memoria literaria venezolana

En el panorama de la poesía venezolana del siglo XX, algunos nombres resuenan con fuerza: Vicente Gerbasi, Juan Liscano, Ramón Palomares. Otros, sin embargo, parecen haberse desvanecido entre los pliegues de la historia, víctimas de lo que podríamos llamar "el olvido selectivo" de la crítica y los círculos culturales. Entre ellos destaca Rafael Ángel Insausti (1934–2010), un poeta, ensayista y periodista cuya obra, pese a su valor indiscutible, hoy resulta casi invisible en las antologías y programas de estudio. ¿Cómo explicar este silencio?

Un poeta incómodo en su tiempo

Insausti no encajó del todo en los moldes literarios de su época. Mientras los grupos dominantes de mediados del siglo XX, como Sardio o El Techo de la Ballena,  priorizaban a algunos escritores de la experimentación vanguardista o el compromiso político radical, él cultivó una poesía reflexiva, intimista y a la vez crítica, sin adscribirse a ninguna corriente. Su libro Los días secos (1963) es un ejemplo de esto: una obra que explora la condición humana con un lenguaje depurado, pero sin los gestos rupturistas que atraían a la crítica de entonces.

Además, su labor como columnista y analista político en El Nacional y El Universal lo situó en un terreno ambiguo: aunque su pluma era aguda, el periodismo lo alejó del aura de "poeta puro" que muchos de sus contemporáneos sí lograron mantener.

La sombra de los consagrados

Venezuela en los años 60 y 70 vivió una explosión literaria que dejó poco espacio para figuras fuera del canon. Mientras Gerbasi era celebrado como el gran poeta cósmico, Liscano como el ensayista total y Palomares como la voz de lo telúrico, Insausti quedó en un segundo plano, a pesar de haber producido una obra tan consistente como la de ellos.
El hecho de que nunca recibiera el Premio Nacional de Literatura (aunque sí el Nacional de Periodismo en 1998) también influyó en su marginalización. En un país donde los premios suelen dictar la posteridad, su ausencia en ese listado lo condenó a un relativo anonimato.

La poesía como artefacto político

En una época en que la literatura venezolana se leía bajo la lupa de la revolución, el exilio o la resistencia, la obra de Insausti no se prestaba fácilmente a consignas. Aunque en sus ensayos abordó temas sociales con lucidez, su poesía era más filosófica que panfletaria, lo que quizás la hizo menos útil para los discursos políticos posteriores.

Mientras otros autores fueron recuperados como símbolos de la izquierda o la disidencia, Insausti —sin ser conservador— no encajó en ninguna narrativa partidista, y eso lo dejó fuera del relato cultural hegemónico.

El olvido también es una forma de muerte

Tras su muerte en 2010, su obra no ha sido reeditada de manera sistemática. Sus libros son difíciles de encontrar, incluso en librerías de viejo, y no forman parte de las colecciones de clásicos que circulan hoy. Esto contrasta con otros poetas de su generación, cuyas obras han sido relanzadas con estudios críticos y prólogos de figuras influyentes.

Tampoco ha habido un esfuerzo académico por reivindicarlo: no existen tesis doctorales, coloquios o números especiales de revistas dedicados a su obra, algo que sí ocurre con otros autores menos relevantes pero mejor conectados a los circuitos del poder cultural.

El caso de Insausti es un recordatorio de que el canon literario no es neutral: se escribe con intereses, exclusiones y silencios. Recuperarlo exigiría: Reediciones críticas de su obra poética y periodística. Inclusión en programas universitarios y escolares. Investigaciones que exploren su lugar en la tradición venezolana.

Mientras eso no ocurra, Insausti seguirá siendo un fantasma en la casa de la literatura venezolana, un autor del que todos hablan en voz baja pero nadie lee.

El caso del busto de Insausti

El 13 de julio de 2010, una máquina de la Alcaldía de Barinas derribó el busto del poeta Rafael Ángel Insausti durante la realización de las obras en la avenida 23 de Enero. Lo que comenzó como un incidente se convirtió en una metáfora del abandono cultural: durante más de ocho años, la escultura de bronce vagó por depósitos municipales. De la Casa de los Saberes al Taller de Arte Rafael Calvo, para ser  arrumada en el suelo, pintada de blanco y despojada de su placa identificativa. 

Aunque en 2018 IAM Venezuela logró que las autoridades consideraran reubicarlo en la Plaza de los Poetas o en su casa natal, el busto nunca fue restituido públicamente. 

Hoy, quince años después del derribo, su paradero sigue siendo un misterio que refleja la desmemoria que rodea a figuras literarias esenciales. Este caso emblemático —documentado pero nunca resuelto— evidencia cómo el patrimonio cultural venezolano se pierde ante la indiferencia ciudadana.


Fuente principal: Investigación de IAM Venezuela (2017-2018).