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El recuerdo de una librería - Rafael Padrón Buonaffina

 


Recuerdo en mis viajes a Caracas, era de obligada visita, dos librerías. una, El Viento del Este, en la plaza Diego Ibarra del Centro Simón Bolívar, propiedad de mi amigo Víctor Ochoa, quien me nombro distribuidor para el estado Sucre, de las Obras Escogidas de Mao Tse-tung, San Carlos Libre, Pekín Informa y la revista China Ilustrada.  Otra visita era a La Librería SUMA, situada en el Boulevard de Sabana Grande, propiedad del mejor librero que he conocido, Raúl Bethencourt. En oportunidades podíamos conseguir a sus hijas, Helena y Margarita que daban sus primeros pasos como libreras. 

Me voy a referir en esta reminiscencia, a una visita que hice a SUMA, en el año 2.000, a retirar un libro, que en mi viaje anterior le había solicitado a Raúl, «El mar es como un potro», de Antonio Arraiz.  En esa oportunidad me comentó, estoy esperando tres cajas de ejemplares de esa novela, que acabó de comprar en Argentina, los compro sin revisarlos y en el estado en que se encuentren, son compras que yo realizo en depósitos de editoriales, que en oportunidades ellos ni saben que existen, voy con un empleado reviso y estoy obligado a comprar por lo menos la caja que destape, la mayoría de las veces no tienen identificación, en esta oportunidad me tropecé con El mar es como un Potro. Y compré las tres cajas que quedaban en existencia. 

En mi vuelta a SUMA y después de esperar más de una hora para que pudiéramos conversar un rato, Raúl me dice, vamos con el Cumanés de Monagas, aquí está tu encargo.  Para mí, es la primera novela costumbrista de Antonio Arraiz; por aquí tengo algo que te va a gustar y puso en mis manos un ejemplar de: «Las Cartas del vidente», de Artur Rimbaud.  De uno de los mesones tomo un ejemplar de «Margarita, está linda la mar» de Sergio Ramírez.  Raúl me quita el ejemplar de las manos, le coloca la estampilla Azul de SUMA y me pregunta, ¿por qué quieres leer esta novela?, por salir del paso le contesté, para seguir en la onda, del Mar es como un Potro; él se sonríe, y dice, cumanés esto es una sorpresa, abre la bolsa cuando llegues a Cumaná, la aseguró con cellotape y me dijo, en el próximo viaje hablamos de ella. Vaya sorpresa y que pena, cuando, veo la contraportada de «Margarita, está linda la mar» de Sergio Ramírez, una novela ambientada en Nicaragua y dedicada a Margarita Debeyle; la novela gira en torno a dos Nicaragüenses, Rubén Darío y Anastasio Somoza Debeyle; cuando volví a Caracas, Raúl me hizo una disertación analítica de los personajes y me dijo, desde que tomaste el libro, sabía que creías que se refería a la Isla de las perlas, que no tenías ni idea de lo que comprabas, por eso lo escondí en la bolsa.  Raúl era un gran librero, incansable lector, una capacidad inmensa de relacionarse con las personas, además tenía una intuición para saber qué libro podía interesarte. 

Años después me enteré del fallecimiento de Raúl Bethencourt, un 23 de diciembre de 2007, murió arrollado por un vehículo cuando atravesaba la Avenida Solano. Perdió Caracas y toda Venezuela a uno de sus mejores libreros. Para mí, el mejor.