Aunque la fatalidad quiso que un 29 de junio de 1919, el Dr. José Gregorio Hernández, abandonara el plano terrenal a tan corta edad, su legado, impronta y contribución a la humanidad es un hecho que enaltece el gentilicio venezolano.
La devoción con la que el pueblo fue edificando su genio y figura, estuvo y estará siempre marcada por la esperanza que su condición profesional despertaba; aunado a la calidad humanista que le caracterizó antes de su deceso.
En muchos hogares venezolanos podemos hallar: una estampita, un busto o un altar del Dr. José Gregorio Hernández; elementos suficientes para que rituales y súplicas por la recuperación de alguna enfermedad, mantenga la esperanza de su sanación definitiva. Es así, como entorno a sus milagros, podemos oír un sin número de relatos que van: desde la sanación, hasta ser revividos del sueño eterno. O enfermos que han visto, como una luz se presenta delante de ellos con la figura del Dr. José Gregorio Hernández, liberando les de los males que los aquejaban hasta ese momento.
Muchas facetas dan muestra de la integralidad del médico venezolano, visualizando así su visión holística sobre su profesión.
La solidaridad y la puntualidad; además de otros, fueron rasgos que el curtido médico cultivó y mantuvo como patrón de comportamiento.
Los más necesitados tuvieron en el ciervo de Dios, la mano amiga que los atendió siempre y no los abandonaba nunca.
Tan solo treinta y un años de ejercicio de la medicina bastaron para que nuestro José Gregorio Hernández se arraigara en el corazón, la mente y la cotidianidad del venezolano, trascendiendo fronteras, al punto que fue llamado en vida cómo: «El santo que opera», «El médico de los pobres», «El siervo de Dios»; y otros nombres que lograron definir tanto su elevada grandeza profesional como la espiritual, construyeron el camino hacia su beatificación el 30 de abril del 2021; Previo, el 16 de enero de 1986; había sido reconocido por el Papa juan Pablo II cómo venerable.