Bailando con la rosa más hermosa
que me haya imaginado
Veo sus ojos brillar, puedo oír su voz al hablar y sin pensar puedo entender lo tan hermosa que aquella flor tan especial es, sin dar un paso atrás no paro de pensar en qué manera la pudiera invitar a bailar aquella sinfonía sin igual que solo los ángeles pueden entonar; pero de alguna manera especial empiezan a tocar, esa dulce melodía para que pueda disfrutar de una pieza, al compás de sus pies al bailar. Pero son sus labios con un espectacular sonido al hablar, lo que a mi corazón pudo cautivar, al ser su mirada sin igual una facilidad para atrapar mis sentidos.
A pesar de que con cada paso dado, más me estoy acercando, me siento intrigado por el nombre de aquella persona tan especial, para poder escuchar el nombre de Emily repicar y solo eso bastó para que me pueda alegrar al saber el nombre de esa mujer tan majestuosa que puede hacer que su fulgor brille más que cualquier estrella en el manto estelar.
Ningún trabajo puede ser dulce sin esfuerzo, un sacrificio que puede ser por aquello que queremos, un deseo que supera cualquier deseo externo como aquellos ambiciosos del dinero, un sabor azucarado que es incomparado con algún otro que allá probado, un elixir que por mí ha sido tan codiciado que cada sorbo se vuelve sagrado, sin olvidar su legado que por siempre me ha marcado.
Por:
Gonzalo Díaz
Poeta Novel (17 años)