La historia hace su trabajo de la mano de los historiadores, en la mayoría de las ocasiones, quien escribe la historia no conoce los hechos de primera mano, nunca los presenciaron ni estuvieron en el sitio para el momento en cuestión. Los historiadores son escritores que basan sus apuntes y notas en compilaciones de datos, leyendas y narrativas que tienen muchos años de antigüedad y que, al ser repetidas tantas veces, pasan entre generaciones y son tomadas como ciertas.
El arte toma parte directa en la implantación de las historias dentro de las sociedades. Tenemos muchos ejemplos de la forma como el arte, valiéndose de las obras de un artista plástico de renombre, logra fijar en la mente de las personas y generaciones, la imagen de un hecho que a la fecha de la realización de la obra no puede ser comprobado y menos, muchos años después.
Tenemos el caso más notorio de la historia. La imagen de Jesús, pensada por Leonardo da Vinci, cuando pintó su obra «La última cena». Leonardo, plasmó en esa obra, sus ideas de lo que para él debió haber sido ese momento y en ella, el rostro compasivo de Jesús junto a sus apóstoles, a quienes les dio también un rostro que los ha acompañado por siglos, sin que nadie y mucho menos la iglesía haya refutado el hecho.
Desde la aparición de esa obra, todo el mundo, incluso la propia iglesia, ha tomado el rostro pintado por Leonardo como una fiel representación del de Jesús y por generaciones, las personas han fijado ese rostro en sus mentes dando una especie de veracidad imperativa al hecho en sí.
Hemos hablado de una obra de arte creada entre 1495 y 1498, por un artista plástico nacido más de 1400 años después de Jesús y que indudablemente, nunca lo conoció, pero que logró calar en el pensamiento de todas las personas fijando en su mente el rostro del Jesús que él, particularmente imaginó.
De igual forma ha ocurrido con muchos pasajes de la historia en todos los lugares y tiempos. En Venezuela, al igual que en Italia ocurrió con Leonardo, un artista plástico de renombre fue contratado para crear una obra.
En 1884, el presidente de turno en Venezuela, Antonio Guzmán Blanco, contrata al artista Martín Tovar y Tovar, quien desde 1873 había estado realizando obras por encargo para él, para realizar una pintura en el Salón Elíptico como conmemoración del centenario del natalicio del Libertador.
Para tener una idea más clara del encargo, Antonio Guzmán Blanco invita a Tovar al Campo de Carabobo, en donde Tovar toma nota de aspectos como la luz, la vegetación, el paisaje general y otros datos como las ideas y exigencias de su cliente.
Tovar Inicia de esta forma el trabajo junto a Antonio Herrera Toro, quien fungiría como ayudante. Recaba nombres, anécdotas, estudia el espacio asignado para la obra en el Salón Elíptico, diseña uniformes, realiza bocetos. Todo inspirado en la obra “Venezuela Heróica” del novelista criollo Eduardo Blanco, publicada originalmente en 1881 y reeditada en 1883.
En un principio se pensó en la posibilidad de realizar la obra bajo la técnica de fresco, pero la decisión de Tovar de irse a París a trabajar la pieza, dejó por fuera esta opción. De esta manera llega la idea de elaborar un Maruflage.
Segmento de la pintura de Martín Tovar y Tovar en la cúpula del Salón Eliptico
El Maruflage es una técnica que consiste en pintar paños por separado para luego fijarlos en el sitio destinado. Tovar recibe los planos del techo raso o plafón del Salón Elíptico, elaborados por el ingeniero Félix Martínez Espino.
Tiempo después, mientras en Venezuela estaba de presidente Joaquín Crespo. Antonio Guzmán visita de manera eventual a Tovar en París para seguir de cerca el desarrollo de la obra. Guzmán regresa a Venezuela en 1886 para iniciar el que sería su último mandato, sin embargo, las intrigas palaciegas lo obligan a dejar el país y residenciarse en París en 1887. Nunca pudo ver terminada la obra que encargó a Tovar.
Los lienzos llegan definitivamente al país en 1887 y dada la complejidad que constituye su traslado e instalación, se contrata a una empresa francesa que trabaja bajo la supervisión del propio Tovar y Tovar.
La obra es terminada e inaugurada el 28 de octubre de 1888 por Juan Pablo Rojas Paúl, presidente de la República en ese momento y desde entonces, las escenas plasmadas en la obra de Tovar han sido tomadas por las generaciones como una copia fiel de lo que fue la Batalla de Carabobo.
Sin duda alguna, debido a la forma como son escritos los hechos, la historia guarda de forma tácita la influencia de quien la controla.
Debemos entender que, nadie escribe toda la verdad de los hechos históricos y que quien los escribe se encuentra sometido al escrutinio de las fuerzas editoriales. Estas fuerzas se presentan desde diferentes orígenes. Esos orígenes pueden incluir:
a) La verdad del hecho, que, de ser muy cruento, no podrá ser escrito por el cuidado que pone la censura y la autocensura en las generaciones de los menores.
b) La influencia que el hecho y sus personajes causan en el escritor.
c) El filtro que ejercen las editoriales al contenido de los libros y los periódicos a las noticias.
d) El tiempo, que sin lugar a dudas causa que los hechos se desvirtúen y no puedan ser comprobados con fidelidad.
e) La interpretación propia del historiador sobre el contenido de las cartas, manuscritos y cualquier material que se relacione al hecho.
f) La conveniencia de otras fuerzas que, de manera directa o indirecta influyen en la forma como debe ser narrado el hecho histórico.