Mario, es un niño inteligente, amigables, educado, de baja estatura, y querido por su familia y vecinos. Es el último de cinco hermanos y ha crecido en un hogar muy respetuoso, en donde cada miembro es llamado por su respectivo nombre.
Mario, nació con estrabismo, condición que ha ocasionado que otros niños, valiéndose de su circunstancia lo etiqueten como enano y virolo, llevándolo a tener que soportar las burlas de otros niños.
Recientemente, él y su familia se han mudado a una comunidad distante de donde vivían, por lo que Mario, ahora estudia en una nueva escuela.
El día en que se incorporó al grupo de estudiantes, su nueva maestra, de nombre Susana, lo presentó ante sus compañeros como un niño “súper inteligente”. Todos en la clase observaron al recién llegado, percatándose que sus ojos miraban para diferente dirección, lo que llevó a un pequeño grupo a reírse sin ninguna discreción.
Ante tal situación, la maestra preguntó:
— ¿Cuál es el motivo de la risa?
Ninguno se atrevió a contestar¬ por lo que la maestra continúo diciendo:
¬—A partir de hoy Mario se integra al grupo y espero poder contar con la colaboración de todo ustedes, para ponerlo al día con las tareas pendientes. Espero que lo apoyen y lo respeten como un compañero más.
Seguidamente Susana le mostró a Mario un pupitre para que se sentara en el primer lugar de la fila, frente a ella, en donde se sentó sin objetar.
Mientras tanto, varios compañeros comenzaron a cuchuchear entre ellos, ¡así que éste es súper inteligente! Lo que es, es un enano virolo. Al tiempo que entrecruzaban sus miradas y una sonrisa medio marcada en sus rostros.
Durante la clase, algunos niños se preguntaban entre sí, «¿de dónde salió el nuevo?» Incógnita que sería despejada durante el recreo.
Cuando sonó el timbre, indicando que el momento del recreo había llegado, los niños salieron corriendo, a excepción de Mario, quien prefirió quedarse en el salón. La mayoría de las niñas salieron y regresaron enseguida, para rodearlo e indagar su procedencia.
Lucia, la niña más extrovertida inició el interrogatorio.
—¿Y tú de dónde vienes? ¿en dónde vives? Sabemos que no eres de por aquí, porque no te habíamos visto y no empezaste las clases con nosotros.
—Yo vivía en otra ciudad lejos de aquí y el fin de semana nos mudamos a una cuadra de la escuela, por eso es que estoy empezando las clases hoy –respondió Mario.
—Bienvenido —expresaron el resto de las niñas—, casi en coro.
—Gracias chicas. ¿Alguna de ustedes puede prestarme los apuntes de las asignaciones pendientes? —preguntó Mario.
—¡Claro!, cuando quieras— respondió Sofía.
Seguidamente sonó el timbre, indicando que el recreo había terminado, entrando al salón; Lucas, Pedro y Oscar con gran estrepito, acercándose a Mario para decirle en tono muy bajo:
—Enano virolo y súper sabiondo, ¿tuviste miedo de salir al recreo? o ¿eres otra niña que se quedó en el salón?
Mario, no respondió y se quedó pensando por un momento si le informaba a la maestra lo que estaba sucediendo o confrontaba a sus compañeros, decidiendo sentarse tranquilo y esperar en el momento de la salida, ya que tenía la certeza de que estos no se quedarían tranquilos hasta que lo encontraran a solas, y pudieran molestarlo de cualquier forma.
El resto de la clase transcurrió como si nada estuviera sucediendo, sin embargo, cuando sonó el timbre para anunciar la salida: Lucas, Pedro, Oscar y Sergio se apresuraron para salir con la intención de esperar a Mario, quien salió acompañado de Sofía, con el fin de dirigirse a la casa esta, para buscar el cuaderno que le prestaría. Detrás de ellos iban Carmen y Lucia.
Fuera de las instalaciones del colegio, Lucas y los otros niños, empezaron a gritarle a Mario:
—Enano virolo, súper sabiondo, ¿tiene que rodearse de las niñas? ¿No puede estar solo? !Eres una mamita!
Mario continúo caminando, como si esas palabras estuviesen dirigidas a una persona distinta a él. Entonces Oscar se acercó, le tocó el hombro para darle un empujo, al momento que le decía:
—¿Tú no escuchas?, estamos hablando contigo enano virolo.
—Disculpa, ¿es a mí a quien se están refiriendo cuando llaman al enano virolo? Yo no puedo responder, porque ese no es mi nombre, nunca en mi vida me han llamado de esa forma — respondió Mario con la tranquilidad que lo caracteriza—. Mi nombre es Mario Enrique Vargas Bustamante, para servirles.
—¡Te la das de gracioso, verdad! — pronunció Sergio.
—Para nada, simplemente les recuerdo que ni siquiera sé sus nombres, los estoy escuchando gritar; enano virolo, súper sabiondo y no sé a quién están llamando, porque vuelvo y les repito, mi nombre es...
En ese instante fue interrumpido por Lucas
— Tu nombre puede ser el que tú quieras, pero de ahora en adelante te llamaremos: enano virolo, súper sabiondo.
—Ustedes me pueden llamar como quieran, pero entiendan que en ningún momento les responderé cuando me llamen de cualquier forma distinta a mi nombre, pues si algo aprendí desde muy pequeño es a defender mi nombre donde quiera que vaya y donde quiera que estoy.
Y Continúo diciendo:
—Si ustedes no lo saben, yo se los voy a informar, uno de los principales derechos que tenemos los niños niñas y adolescentes, es el derecho a un nombre y, si nosotros mismos no lo defendemos, nadie lo defenderá por nosotros—explicó Mario.
Las niñas aplaudieron para reforzar lo que estaba diciendo Mario, dirigiéndose Lucia a los chicos:
—Ustedes están acostumbrado a ponerles apodos a todos, y nosotras nos hemos dejado, pero eso se acabó, porque, es cierto lo que dice Mario, el nombre es un derecho establecido en la LOPNA y no la respetamos ni la hacemos valer. Dejen de molestar a Mario. Recuerden que ustedes ya han tenido problemas en otras oportunidades y están en periodo de observación, no busquen que le informemos a la maestra Susana o a la directora.
—No es necesario decirle nada a nadie, porque, el que ello mes llamen como quieran, no es garantía de que yo les vaya a contestar o me moleste. Les acabo de decir que solo respondo cuando me llaman por mi nombre— aclaró Mario—. Mis padres y los maestros de mi otra escuela me enseñaron que el mayor respeto que podemos exigir a los demás, es que nos llamen por nuestro nombre, ya que una enfermedad, discapacidad o característica particular no nos define, ni es causa para que permitamos que otros nos etiqueten como ellos quieran.
—Nosotros somos los primeros que debemos respetarnos y no responder a cualquier otra forma insultante a la que se refieran hacia nosotros. Al principio me costó un poco, pero ya me siento seguro de mi identidad —aclaró Mario.
Los niños se quedaron boquiabierto al escuchar el argumento de Mario, sin tener otro remedio que dar una media vuelta y seguir su camino, al momento que Sofía, Carmen, Lucia les dijeron:
—De ahora en adelante ¡no más sobrenombre! No se lo comentaremos ni a la maestra Susana, ni a la directora, pero mañana en el recreo les informaremos al resto de las chicas, para que se terminen los apodos en nuestro salón, y así estaremos contribuyendo al respeto ante las diferencias, la tolerancia, la valoración de nuestro nombre, así como a incrementar nuestra autoestima.
—Tranquilo Mario, y ustedes chicas, hoy aprendimos la lección, —expresó Pedro—. Nadie nos había confrontado como ustedes lo hicieron, y mucho menos nos habían dado el argumento que Mario nos explicó. Al contrario, nosotros, o por lo menos yo, me sumo a explicarle a mis padres lo que tú nos dijiste, para que ellos también comiencen a hacer respetar sus nombres y además dejen de llamarnos por los apodos.
—Estamos de acuerdo contigo Pedro, según dicen: no hay mejor canción que escuchar nuestro nombre en labios de otras personas— exclamó Sergio.
Ante esta respuesta, Lucas, quien aún se encontraba medio dudoso, por fin expresó:
—Sí, vamos a promover el respeto. Estoy de acuerdo en comenzar por llamar a las personas por sus nombres y exigir que nos llamen por el nuestro, pues ya casi se me olvidó el mío —soltando una gran carcajada.
—Compañeros, ya se me hace tarde y tengo que irme a casa, me gustaría que mañana, antes de empezar la clase, la maestra Susana nos permita presentarnos para fijar el nombre del resto de los compañeros, ¿qué les parece? —intervino Mario.
Todos estuvieron de acuerdo, y se despidieron con un gran ¡Si ¡y un fuerte aplauso. Comprometiéndose Sofía a llevarle a Mario, por escrito, las tareas pendientes, para no retrasarlo más.
Todos, se dispusieron a caminar hacia sus casas. Lucas y Mario llevaban la l misma dirección, lo que aprovechó Lucas para estrechar la mano de Mario agradeciendo la lección que le había dado, además de ofrecerle su amistad sincera y la oportunidad de conocer más de lo que Mario podía enséñale.
Olivia Brazón