Todos tenemos idea del concepto de la compasión; la sentimos, la practicamos, la observamos en unos y en otros no y, algunas veces, la criticamos. Se ha definido como un valor, virtud, principio o estado emocional propio de la naturaleza humana que genera un deseo de actuar o una respuesta irrefrenable, capaz de aliviar el sufrimiento ajeno.
La palabra compasión, del latín compassio y que traducida significa sufrir con, ha sido objeto de variados análisis a lo largo de la historia y es tema importante en las grandes doctrinas religiosas como el cristianismo, el judaísmo y el islamismo. Cuyas apreciaciones sobre el término están caracterizadas como actos marcados por la divinidad y por atributos tales como misericordia, bondad, fe, gracia, perdón, entre otros.
Igualmente, existen investigaciones psicológicas, filosóficas, sociológicas y neurológicas con resultados que, además de coincidir, en varios aspectos, con las creencias religiosas, indican que la relación de ayuda que se entabla beneficia más al que acomete la acción que a quien la recibe.
Lo cierto es que el ejercicio real de la compasión logra calmar, mitigar o eliminar infortunios. Y nace cuando ese hecho, que desgracia la vida de los demás, entra por la vista y logra tocar, despertar o herir en el individuo esa sensibilidad, que se traduce en el deseo de querer ayudar a la víctima, al caído, al enfermo o al desvalido.
Esa chispa que logra encender ese sentimiento compasivo la sintieron los protagonistas de la siguiente narrativa. Son personajes que decidieron actuar, con el apoyo de otros conmovidos ciudadanos, para crear organizaciones emblemáticas en la defensa del derecho a la vida. Y que se han convertido en esperanzas para las víctimas y familiares y en compromiso para un mejor futuro.
Es el caso de Henry Dunant, autor del libro Recuerdo de Solferino, considerado por algunos como un reporte de guerra; describe su experiencia en el campo donde se libró la batalla de Solferino, Italia, entre los ejércitos de Francia e Italia en contra del ejército austríaco, el 24 de junio de 1859.
La batalla fue una lucha cruenta. Dunant, empresario suizo (que por circunstancias particulares se encontraba de turista), presenció terribles y traumatizantes escenas, donde murieron más de 6.000 personas y aproximadamente 38.000 resultaron heridas.
Ante el horror, este hombre, ajeno al conflicto, se compadece y:
...con la ayuda de la población civil, organiza el socorro. Se dedica a curar heridos, a dar agua a los soldados sedientos; paga de su bolsillo sábanas y alimentos y registra las últimas palabras de los moribundos para transmitírselas a los familiares. Les solicita a los militares franceses, que eran los vencedores, que liberaran a los escasos médicos austríacos tomados como prisioneros para que atendieran a los heridos de todas partes o bandos...
(https://www.icrc.org).
Al final de su libro, Dunant propone los siguientes puntos: 1) la fundación en todos los países de sociedades voluntarias de socorro que se activen en tiempos de guerra para prestar asistencia a los heridos y 2) la formulación de un principio internacional, convencional y sagrado, base y apoyo para dichas sociedades.
Esta propuesta dio origen a la creación, en el año 1863, del Comité Internacional de Socorro, que, meses más tarde, se convirtió en el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR). Y se estableció que sus actividades estarían guiadas por los principios fundamentales: humanidad, unidad, imparcialidad, independencia, neutralidad, voluntariado y universalidad.
El CICR, desde sus inicios, se ha asegurado de que en el desarrollo de sus complejas tareas se cumplan estas máximas. Lo cual permite que la ayuda que proporcionen llegue a los más necesitados, sin distinción ni discriminación de ninguna índole.
Hoy en día, es una red global con presencia en muchos países que no solamente atiende las consecuencias de conflictos armados, sino también desastres naturales, crisis sanitarias y migratorias.
El otro caso es el abogado y activista británico Peter Benenson, quien, desconcertado al enterarse de que 2 jóvenes portugueses fueron condenados, por brindar por la libertad, a 7 años de presidio, solicita a los lectores en su artículo de prensa, intitulado: Los presos olvidados, publicado en el diario El Observer, el 28 de mayo de 1961, realizar activismo.
Esta convocatoria es considerada como la fundación de la organización no gubernamental Amnistía Internacional. Su solicitud era convertir el malestar que ocasiona la arbitrariedad y abuso en hechos que demuestran apoyo y solidaridad para las víctimas, en este caso, así como otros tantos de similar naturaleza. Es decir, un accionar en forma conjunta de la ciudadanía en contra de la violación de los derechos humanos.
Ocurrió que muchos ciudadanos hicieron suyos los planteamientos sugeridos por Benenson y decidieron participar. De esa manera, en poco tiempo, en varios países, los simpatizantes materializaron sus acciones en protestas, denuncias y campañas sobre la violación a la dignidad de las personas en diferentes ámbitos de la sociedad (político, social, económico, cultural y ecológico).
Con sus actuaciones, Amnistía Internacional ha logrado:
…Excarcelaciones, revisión de condenas, mejoras en las condiciones de vida de los privados de libertad, documentar casos para su posterior información y visibilización, contribuir en la formación y estudio de normativas aplicables, apoyar a los familiares de las víctimas, reforzar y colaborar en el trabajo de otras organizaciones con iguales intereses… (https://www.amnesty.org).
Actualmente, Amnistía Internacional se consolida como un gran movimiento a nivel mundial, presente en más de 140 países, y con millones de partidarios, defensores de los derechos establecidos en la Declaración Universal de Derechos Humanos.
De todo lo expuesto, podemos destacar que el esfuerzo de dos hombres, movidos o inspirados por la compasión, y que deciden convocar y despertar en otros ese sentimiento, son señales inequívocas de que no queremos vivir en la selva, que merecemos y luchamos por el anhelado bien común de la humanidad.
Seguro, amigo lector, conoce otras instituciones, experiencias individuales o sencillos ejemplos, donde seres compasivos, incluyéndose, han hecho su trabajo. Lo cual nos reafirma que la compasión es uno de los recursos o de las fortalezas que tiene nuestra especie para seguir persiguiendo, como dijo alguien, el aroma dulce de la existencia.