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Leyendas y canciones Warao, De la oralidad al libro - Olidys Rodríguez


La etnia warao habita desde hace miles de años en el delta del Orinoco, son conocidos como gente de agua o de canoa.  En nuestro país, es común encontrarlos en los estados Monagas, Delta Amacuro. Son excelentes artesanos, utilizan para ello materiales de origen vegetal como las plantas de moriche y la madera del sangrito. Elaboran chinchorros de moriche, cestas, sebucanes, manares, collares. Muchas veces los encontramos en la ciudad    vendiendo y tejiendo cestas, espectaculares, y en otras situaciones, no tan productivas, en los semáforos mendingando, obligados quizás, a salir de su entorno por las enfermedades, situación que vemos con indiferencia.

El Warao, aparte de tallar figuras de animales y otros objetos en madera, y tejer, posee una gran cantidad se saberes ancestrales, son poseedores de mitos, leyendas y canciones que se han transmitidos oralmente a sus generaciones. Sin embargo, con la dinámica actual se las sociedades, corren el riesgo de perderse. y para el resto de los venezolanos, de conocer nuestras raíces. 

Estos nativos, al igual que otras etnias que habitan a lo largo y ancho de nuestro territorio, como los pemones, guajiros, por citar algunas, poseen una rica tradición oral, que ha enriquecido la literatura infantil, a través de los mitos, leyendas; en ellos explican el origen de los pueblos, el origen del sol, de la noche, de la luna, porque algunos animales son como son, y dan cátedra de respeto a la naturaleza.

 Los cantos y cuentos indígenas tienen una memoria histórica que durante muchos siglos se vienen manteniendo a través de la tradición oral, también se valoran a esfuerzos para conservarlos en libros; estos cuentos y cantos son fundamentales porque facilitan que los conocimientos, saberes, las tradiciones y costumbres sean transmitidas de generación en generación y se preserven. Una de las canciones de la etnia warao se registra en el libro “Descripción fonológica del abecedario Warauno”, de Orlando Camacho, publicado por el Fondo Editorial Temas y autores monaguenses y donde menciona, que son canciones ancestralmente conservadas y resguardadas, recopiladas por el padre Vaquero, nos parece muy poética y queremos compartirla:

“Pajarito diminuto”

Pajarito diminuto cesa en tu canto Pequeña hembra enamorada de la boca del rio Ahora vamos a cantar nosotros remontemos el rio al compás del canto Compañeras ¡adelante, adelante! Nuestro novio nos lleva la delantera ¡compañeras! 

Revisando la bibliografía infantil, encontramos revistas como: “Onza tigre y león”, “Ventana Mágica”, “Tricolor”, que en su momento brindaron amplios espacios para la difusión de estas culturas; lástima que ya no la publican. En esta revisión, limitada por supuesto, además, encontramos un cuento warao publicado por la editorial Playko, titulado “El mosquito enamorado”, un divertidísimo relato inspirado en un mito de la etnia warao, en el que se cuenta cómo los mosquitos hicieron del delta del río Orinoco su lugar preferido. Con esta adaptación Beatriz Bermúdez, ganó el Segundo Concurso de Cuentos Infantiles "Panchito Mandefuá", además fue Seleccionado para formar parte del prestigioso catálogo The White Ravens en 2009.

La editorial el perro y la rana, comparte un repertorio amplio de cuentos que se relacionan con la cosmovisión de diversos grupos; ha publicado varios trabajos relacionados con la cultura Warao. Entre ellos, se destaca el libro "Kauy Nabaida", que narra la historia de un árbol donde la paz interior y la tranquilidad permiten el viaje de los Warao. También ha de resaltar las publicaciones de Monte Ávila editores, institución del Estado que dedicó un programa para recoger narraciones indígenas las que fueron publicadas tanto en castellano como en el idioma original. acompañado por cd y mapas de esos pueblos. Dos de sus publicaciones destacan la musicalidad del pueblo warao, en los libros “Jojo mare” y “Sekesekeima” este ultimo explica cómo llegó el violín a los waraos.

Ediciones Ekaré, ha desarrollado con gran maestría colecciones de mitos y leyendas, para dar a conocer las narraciones de la tradición indígena, no solo las recopiladas por los frailes y etnólogos, sino también, aquellas experiencias donde los habitantes participaron del proceso para llegar a publicaciones bilingües, sin distorsionar la realidad. entre otras podemos referir, los recopilados de la tribu Pemón: “El cocuyo y la mora”, “El conejo y el mapurite”, “El tigre y el rayo”, “El rabipelado burlado”; de los Kariña, publicó “La gran canoa”, y de nuestros hermanos waraos “El dueño de la luz” 

Es necesario, que este tipo de material se comparta y se difunda por todos los medios, que los niños de hoy, disfruten los cuentos y de la tradición indígena. 

La oralidad propicia la aparición de nuevas versiones del texto que terminan por renovar constantemente lo contado por escrito. En esta oportunidad compartiremos el cuento “El Dueño de la Luz”, una versión hermosísima con unas ilustraciones extraordinarias.

En un principio, la gente vivía en la obscuridad y sólo se alumbraba con la candela de los maderos. No existía el día ni la noche.

Había un hombre warao con sus dos hijas que se enteró de la existencia de un joven dueño de la luz. Así, llamó a su hija mayor y le ordenó ir hasta donde estaba el dueño de la luz para que se la trajera. Ella tomó su mapire y partió. Pero eran muchos los caminos y el que eligió la llevó a la casa del venado. Lo conoció y se entretuvo jugando con él. Cuando regresó a casa de su padre, no traía la luz; entonces el padre resolvió enviar a la hija menor.

La muchacha tomó el buen camino y tras mucho caminar llegó a la casa del dueño de la luz. Le dijo al joven que ella venía a conocerlo, a estar con él y a obtener la luz para su padre. El dueño de la luz le contestó que la esperaba y ahora que había llegado, vivirían juntos. Con mucho cuidado abrió su torotoro y la luz iluminó sus brazos y sus dientes blancos y el pelo y los ojos negros de la muchacha. Así, ella descubrió la luz y su dueño, después de mostrársela, la guardó.

Todos los días el dueño de la luz la sacaba de su caja para jugar con la muchacha. Pero ella recordó que debía llevarle la luz a su padre y entonces su amigo se la regaló. Le llevó el torotoro al padre, quien lo guindó en uno de los troncos del palafito. Los brillantes rayos iluminaron las aguas, las plantas y el paisaje.

Cuando se supo entre los pueblos del delta del Orinoco que una familia tenía la luz, comenzaron a venir en sus curiaras a conocerla. Tantas y tantas curiaras con más y más gente llegaron, que el palafito ya no podía soportar el peso de tanta gente maravillada con la luz; nadie se marchaba porque la vida era más agradable en la claridad. la claridad.

Y fue que el padre no pudo soportar tanta gente dentro y fuera de su casa que de un fuerte manotazo rompió la caja y la lanzó al cielo. El cuerpo de la luz voló hacia el Este y el torotoro hacia el Oeste. De la luz se hizo el sol y de la caja que la guardaba surgió la luna. De un lado quedó el sol y del otro la luna, pero marchaban muy rápido porque todavía llevaban el impulso que los había lanzado al cielo, los días había lanzado al cielo, los días y las noches eran y las noches eran cortísimos. cortísimos.

Entonces el padre le pidió a su hija menor un morrocoy pequeño y cuando el sol estuvo sobre su cabeza se lo lanzó diciéndole que era un regalo y que lo esperara. Desde ese momento, el sol se puso a esperar al morrocoy. Así, al amanecer, el sol iba poco a poco, al mismo paso del morrocoy.

Como se puede apreciar este mito, refleja la profunda relación de los Warao con su entorno natural, nos relaciona con la naturaleza y como la luz y la oscuridad son elementos esenciales de su cosmovisión. Así como este, son muchos los cuentos que faltan por registrar, por divulgar, donde los Warao, explican la relación con su entorno.