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La camioneta de Emiliano - Jesús Romero


Siempre se concluye la reunión con todas las explicaciones referentes al viaje, y se aclaran las dudas que manifiestan los pasajeros...

El día viernes, bien temprano,  el sonido estridente de unas cornetas rasgaba el velo del amanecer... todo el mundo adivinaba, aún a la distancia, que era Emiliano, con su camioneta, que comenzaba a buscar sus pasajeros. Cada pasajero que recogía en su casa cumplía, algo parecido a un ritual... aquello era un acontecimiento único: La gente llegaba de madrugada para acompañar al  viajero... iban llegando  vecinos, amigos y familiares; para desearles feliz viaje, suerte y prosperidad en Caracas... Cuando el pasajero se montaba en la camioneta... la alegría y risas de hace un momento, las personas las convertían, ahora, en llanto, lamento y lágrimas...muchas lágrimas. Esto se repetía con cada pasajero que iba buscando... La última pasajera que llegó a buscar era la hija de Felipe; una muchacha de nombre, María, que iba para Caracas a estudiar enfermería en la Cruz Roja. Cuando la camioneta se acercaba a la casa de Felipe, se escuchó a la distancia el inconfundible sonido de las cornetas... y —dijo la gente reunida— ¡Ahí viene Emiliano a buscarte, María!  Felipe que se encontraba hablando con un vecino, hizo el siguiente comentario:

—¡No sé quién carajo le metió en la cabeza a esa muchacha que estudiara enfermería! ¡No sé de dónde sacó eso...Con la fama que tienen las enfermeras! 

Después que los vecinos, amigos y familiares les desearon todo género de suerte en la capital, y lloraron con ella... —¡Bueno! Terminen de despedirse... además que, esa muchacha viene para las Navidades – el que hizo ese comentario fue el chofer, Emiliano.

Ya después de dos días de recorrido... siendo como las diez de la noche llegaron al Guapo... cansados, con todo el cuerpo adolorido... muy extenuados —y dijo Emiliano: 

—Pasaremos la noche aquí, y reanudaremos el viaje a las cinco de la mañana. Esperen acá que voy a registrarlos a todos en la pensión. Pueden traer lo necesario para dormir y asearse. Dejaré en este lugar la camioneta, ¡así que ya saben!

Una vez que todos los pasajeros estaban acomodados en la pensión, Emiliano, al darle una última revisión a la camioneta... le pareció que quedaba muy expuesta en ese lugar; y la estacionó en un lugar más seguro. 

Una hora después llegó una camioneta panel de color verde —igual a la de Emiliano—proveniente de Ciudad Bolívar...eran como las once de la noche...y se paró en el mismo lugar que estuvo estacionado —al principio —, Emiliano; El chofer al bajarse comenzó a escudriñar el lugar... y dijo en un tono alto de voz: 

—Aquí me parece que es un excelente lugar para dejar la camioneta... Así que ya pueden bajarse... Recojan lo indispensable para pasar la noche, y para asearse en la mañana... También les digo que debemos agarrar carretera en la madrugada, así que debemos estar saliendo bien oscuro. Esa casa que está allí es la pensión... Espérenme a la entrada, que ahorita voy para registrarnos.

Aún no eran las cinco de la mañana cuando ya todos los pasajeros de Emiliano, estaban afuera, a la entrada de la pensión. Y dijo uno de los pasajeros:

—Eso es bien raro... ¡¿Emiliano, durmiendo a esta hora?! Sin haber terminado el comentario... preguntó la misma persona... ¿Ese no es Emiliano...el que está saliendo de su camioneta?

—¡Sí es!... Exclamaron todos a la vez... y se dirigieron hacia la camioneta. —¡Ay, carajo! Se quejó una mujer —ya dentro de la camioneta—  al tropezarse cuando trasteaba su puesto. ¡Prendan la luz de ésta bicha!

—Esta vaina tiene el bombillito quemao —respondió un hombre.

Una vez que todos estaban acomodados en sus respectivos asientos... expresó la jovencita, María:

—Esperemos tranquilos acá...ese no debe tardar en regresar.

Al rato regresó el chofer, y al entrar y sentarse en su asiento de conductor... les dijeron varios pasajeros:

—Ya estamos todos los pasajeros acá... Así que ya puede arrancar.

El hombre medio asustao... ¡claro! No esperaba conseguir a los pasajeros...ya sentaditos y acomodados... y, aún pensando...   arrancó la camioneta.

Después de haber recorrido un gran trayecto... y ya a punto de aclarar el día; un niño que iba con su madre, detrás del asiento del conductor , viendo al chofer le comentó a su madre:

—¡El Sr. Emiliano amaneció negro, hoy! —¡Mira, muchacho! ¿Tú todavía estás dormido...? ¿Qué vaina es esa ...espabílate? Lo estás viendo negro... porque, aún está oscuro­ le dijo la mamá, hablándole al oído.

La mujer para matar la curiosidad se asomó para verle la cara al conductor... y dejó escapar un grito de asombro: Peeero,... Ud. no es Emiliano.

—¿Y quién carajo eres tú? —le respondió con una pregunta el hombre... que se veía tan asombrado como la mujer. El chofer se orilló... y, viendo a los pasajeros, ¡Uds. no son mis pasajeros!

—Un hombre, despertándose con la bulla.... Al escuchar lo que afirmó el chofer, le respondió:

—¡Tú tampoco eres nuestro chofer! 

Después que todos salieron de su asombro, al haber comprobado que se habían equivocados, y una vez calmados... decidieron regresar al Guapo... Donde de seguro los otros pasajeros estarían tan angustiados como ellos.

Cuando llegaron al Guapo... por supuesto, todos los pasajeros estaban aglomerados, esperándolos.

Y en una acción espontánea... los pasajeros se fusionaron en un abrazo colectivo... y tan solo se escuchaba el lloriqueo y palabras de agradecimiento.