El Bucare
Amo la rama donde se posa el pájaro para lanzar su trino de amor.
Ese es el árbol que sembró mi padre cuando se inundó la vega.
Amo ese Bucare, donde se escucha el jolgorio de miles de gallitos color naranja, que posan en sus ramas y luego descienden para cubrir su sombra, como una alfombra anaranjada.
Amo el dulce de gallitos que nos hacia la abuela para nuestra merienda vespertina.
Amo la sombra del Bucare, donde en la infancia reposábamos después de nuestras peripecias y tremenduras en el río.
Amo el Bucare donde concerté mis primeras citas amorosas.
En fin amo la naturaleza, el colorido y el entorno de los árboles que pintaron el paisaje que adornó la infancia y la niñez de mí generación.
Pero por sobre todo, amo el Bucare, por que sus flores me dicen, que llegó abril.
Mis noches de infancia
Las estrellas y luceros del cielo en mi infancia, era las luciérnagas y cocuyos de los cañaverales en la hacienda de mis abuelos, al lucero de la mañana lo conozco muy bien porque vivió un año, dentro de un trozo de caña piojota en el cuarto de mi primo Aquiles. La osa mayor y la menor, eran luciérnagas y cocuyos libres a quienes tropecé alguna noche, caminando entre los tablones de caña en la hacienda La Victoria, admiro la generosidad de ellos al titilar para alumbrar el camino a los campesinos del Rincón y Cerro Negro, que es como decir todos los caminos del campo de cualquier país.
Rafael Padrón Buonaffina
Poeta / Escritor