Oda al Señor
Son de dicha y de amor nuestros anhelos,
pidiéndole al Señor su protección;
elevemos las manos hacia el cielo,
procurando de Dios su bendición.
pidiéndole al Señor su protección;
elevemos las manos hacia el cielo,
procurando de Dios su bendición.
Las plegarias vuelan al Altísimo,
sin acudir a ningún intermediario;
con el alma puesta en el santísimo,
podremos conversar con Él a diario.
sin acudir a ningún intermediario;
con el alma puesta en el santísimo,
podremos conversar con Él a diario.
Nunca olvides de brindar tus alabanzas,
que el Bendito tu ruego escuchará;
y si sigues al pie sus enseñanzas,
te aseguro que más Cristo te amará.
que el Bendito tu ruego escuchará;
y si sigues al pie sus enseñanzas,
te aseguro que más Cristo te amará.
Eres siervo de Jesús, tu protector,
a su arbitrio confíale tus riendas;
fiel dedícate a ser su seguidor,
la esperanza en la gloria jamás pierdas.
a su arbitrio confíale tus riendas;
fiel dedícate a ser su seguidor,
la esperanza en la gloria jamás pierdas.
Infinitas son las sendas del Señor,
perfecto es el momento, Él dispondrá;
siempre poniendo delante el corazón,
¡al paraíso tu alma llegará!
perfecto es el momento, Él dispondrá;
siempre poniendo delante el corazón,
¡al paraíso tu alma llegará!
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Para ti, mujer
Eres tú, la de imprevisto proceder,
la que el hombre a comprender nunca ha llegado,
el ser sobre la tierra más amado
y el más tierno y delicado, eres mujer.
La que al humano varón, torna dichoso;
o lo hunde por completo en un abismo,
aquella que convierte en espejismo,
nuestros sueños, o los vuelve esplendorosos.
Aquella que es tan dulce como miel,
que empalaga de dulzura a quien la quiera;
pero, ¡ay!, para aquel necio que la hiera,
sabrá ser más amarga que la hiel.
Aquella que antepone el sentimiento,
que puede darle al hombre su pasión
y al hijo regalarle el corazón;
y, de ambos, ser esclava al mismo tiempo.
Aquella que es sensata o voluptuosa,
que podría ser fiel a un solo amante;
o, también, ser casquivana e inconstante;
pero, sensible como un pétalo de rosa.
Mas, a pesar, mujer, de tus caprichos,
si me hicieras conocer el paraíso,
de amanecer, junto a ti, cada mañana;
sucumbiría, gustoso, a tus hechizos
y volvería a hacer lo que Adán hizo,
¡volvería a morder de tu manzana!.
Por:
Jesús Núñez León
Poeta