Érase una vez una princesa que respondía al nombre de YASMARY. Vivía en un castillo, en compañía de su padre; el rey; quien a su vez, tenía a la princesa como su predilecta. Al cumplir 15 años, el rey dejó en posesión de la princesa un collar encantado al cual podía pedir deseos, que funcionaba solo si estaba colgado en su cuello
—Qué bueno es ser la hija predilecta del rey —pensaba la princesa.
—Recuerda YASMARY; con este collar podrá ayudar y obtener todo lo que deseas —aclaraba el rey a la princesa.
—Si papá —respondió YASMARY.
—Y no confíes a ciegas en todo tu alrededor.
Un día en que la princesa paseaba en la afueras del castillo, tuvo el presentimiento de ser espiada.
Tras seguir caminando, se internó en un bosque cercano, en el que podía disfruta del aire libre y la vegetación colorida de aquel espacio.
De pronto, la princesa escucha el llanto de un niño que se oía a lo lejos.
—Parece un bebé —se dijo.