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Kinda y el tesoro de la isla - Yenny Carvajal (12 años)


Kilómetros y Kilómetros de agua eran lo único visible a lo lejos junto con el tranquilo sonido de las olas, el radiante azul del mar y los deslumbrantes rayos del sol. 


Kinda, una joven marinera, valiente de enérgico espíritu y con una gran emoción de viajar a dónde se propusiese, veía a lo lejos algo en una isla, algo llamativo a lo lejos. 

En cuanto su barco estuvo cerca de la arena, tiró el ancla al mar y acto seguido pisó tierra firme. En cuanto miró hacia abajo fue rápido el apartar de su mirada, el color amarillo intenso era tan deslumbrante que tuvo que tapar sus ojos con sus manos, miró una segunda vez con más preocupación, vio que la arena estaba hecha de oro–no, debo de estar imaginando cosas –pensaba dudosa pero cuando volvía a mirar solo para confirmar todo seguía igual, vio una pepita de oro y la agarró. 

Todo era tan deslumbrante y llamativo, más con el reflejo de los rayos del sol. Había platos, algunos vasos, cucharillas, tenedores y cucharones de oro esparcidos por la pequeña isla. 

¡Que dolor de cabeza era mirar tanto oro!, pero quitando ese hecho era una fortuna. 

Solo había un detalle; llevaba comida para una semana en la búsqueda de otra isla, los días pasaron y ahora, solo quedaba comida para dos días. 

Pero ella estaba tan absorta por todo el oro que estaba a su alrededor que simplemente se olvidó de ese mínimo detalle. Por el momento lo que importaba era el oro. 

Aún no procesaba como era posible que casi todo lo que tenía a su alrededor estuviera hecho de oro. Un día completo pasó y un golpe de realidad la hizo recordar «Solo queda comida para el día de hoy, tengo dos opciones. Oh me quedo en la isla y fallezco de hambre, oh me voy de la isla y pierdo toda la riqueza». Pensó bastante dudosa–. «¡Ajá!, tengo una ingeniosa idea». 

Con la idea en mente de su pequeño pero leal barco, sacó un cofre de madera en el cual había otros tesoros recolectados en anteriores ocasiones; abrió el cofre y empezó a colocar toda la arena posible junto con: 

Los platos, cucharas, cucharones cuchillos, tenedores y las pepitas de oro. 

Guardó su cofre en el barco y se fue de la isla. Aunque parezca descabellado; durante el día anterior la soledad la había abrazado con tal brutalidad que por más riquezas que hubiera en aquella isla, se sentía sola. Como si un gran vacío frío abrazara su alma. Cuando llegó de regresó de su viaje por el mar sacó orgullosa y enérgica su cofre y lo abrió. Vaya la sorpresa que se encontró al ver que la arena de oro se habría convertido en arena corriente, los dichosos platos de oro en unos de cerámica y las cucharas, cucharones, cuchillos y tenedores se habían convertido en unos de madera. 

–¡Y con esto el fin de esta historia! –dijo una anciana finalizando de contar su historia. 
–Oww, ¿Y qué pasó después? –preguntó uno de sus nietos curioso por saber cómo terminaba la historia contada por su abuela. 
–¡Ja! ¡Ja! Eso será una historia para la siguiente ocasión mí querido nieto, ahora deja que tu hermana termine de hacer su tarea –dijo la abuela con dulzura. 
–Gracias por ayudarme con mi cuento abuela. Eres muy creativa –alagó su nieta– me gustó bastante que llamases a la chica de la historia como tú, Kinda. 
–Sí, una historia muy creativa. –le respondió a su nieta mientras observaba como su nieta escribía en su cuaderno. 

La chica de la historia era ella misma; solo que contada desde sus experiencias y conocimientos adquiridos que tenía ahora en su vejez. Un secreto que solo ella conocía y mantendría hasta el día de su fallecimiento y llevar consigo su secreto a la tumba.



Yenny Carvajal (12 años)