«Una persona es eterna mientras otra persona la recuerde»
En Venezuela, como cualquier país con influencias hispana, se celebran tradiciones o creencias de acuerdo al calendario católico.
Desde que se tiene uso de razón, el 2 de noviembre es el Día de los Fieles Difuntos; si nos remontamos a los orígenes, esta celebración, registra sus inicios en Francia instituido por el monje San Odilón, luego Roma en el siglo XVI lo incluye o adopta en el cronograma eclesiástico.
Es un día que se dedica a la oración, para reflexionar y conectar espiritualmente con esos seres queridos que han partido del mundo terrenal, muchos creyentes piden en sus oraciones que el alma de los fieles pase a la presencia de Dios.
En los pueblos y ciudades de Venezuela, es tradicional que la feligresía asista a misa y a los campos santos. Con antelación, acuden al cementerio a limpiar las tumbas, pintarlas, colocar cruces, alguna placa o escultura, entre otros objetos; también los gobiernos municipales realizan mejoras como pintura a las fachadas y desmalezan los terrenos.
El 2 de noviembre, es costumbre llevar flores, encender velas donde reposan los restos mortales de familiares, es una forma de honrar la memoria de la persona fallecida y conectar para que siempre este en los corazones.
Comulgar en silencio, y participar de los rituales a seres queridos que partieron, es algo indescriptible, muchos tienen la creencia que el espíritu o energía se hace presente. Familias enteras pasan horas en los sepulcros, y hasta cantan, algunos llevan grupos musicales, comparten comida y bebidas, además cuentan historias y recuerdan momentos que vivieron con el ser amado que partió. Estos eventos reafirman la frase “una persona es eterna mientras otra persona la recuerde”.
En la Venezuela rural, además de la oración y alumbrado con velas, se sancochaba maíz, y se comía con azúcar; se creía que los deudos acudían ese día y comían del maíz. Las flores que llevaban al sepulcro, por lo general, eran elaboradas con papel crepé, recubiertas de parafina para mayor duración, montadas en aros tipo corona o en ramos; hoy, esta práctica se ha perdido con la llegada de los productos “Made in China” y golosinas llenas de colorantes.
Nuestros indígenas también rinden culto a sus antepasados.
Aunque nuestros pueblos originarios, celebran también el día 2 de noviembre el Día de los Difuntos, realizan los rituales manteniendo vivas sus tradiciones prehispánicas. En Venezuela podemos encontrar, por ejemplo: la etnia Kariña, ubicada en el oriente venezolano, con mayor número en los estados Monagas, Sucre, Bolívar y Anzoátegui.
Estos pueblos indígenas, aunque con muchas variantes, por no existir, quizás, registros de esos tiempos, realizan las ceremonias tal como les fue heredado o contado de generación en generación.
El Akaatompo o fiesta de los muertos, es el nombre que le dan los Kariñas, a la celebración relacionada con el retorno o visita a la comunidad de los espíritus de personas o seres queridos, y son recibidos con música y cantos, según sus creencias.
En la Mesa de Guanipa, se mantiene con mucho rigor estos rituales de día de muertos, ellos le dicen la fiesta grande.
Creen que los espíritus se hacen presente ese día, es un reencuentro de los vivos con sus familiares o seres queridos muertos.
Este grupo indígena el 1 de noviembre, Dia de los Santos, rinde culto a los niños que han abandonado este plano. Existe la idea, de que los pequeños fallecidos no se van, sino que reencarnan en los pájaros, en las flores, en el agua, en las mariposas o en los demás niños.
Las casas donde vivieron estos infantes, amanecen con altares llenos de flores; las familias ofrecen bebidas y comida, recibe a los niños del pueblo y comparten el Akaatompo, en este, cantan y se dedican estrofas recordando alguna travesura o algo que recuerde o identifique el fallecido.
El día 2 de noviembre es dedicado a los adultos, van al cementerio donde realizan el Akaatompo, conjugan cantos y baile en memoria del difunto, al mismo tiempo, piden, ilumine a sus familiares para que tenga abundancia de bienes y salud. También ruegan para que las plagas se alejen de los sembradíos.
Una vez terminada la ceremonia en el campo santo, empieza una peregrinación, por el pueblo, visitan las casas de los difuntos, cantan en lengua Kariña y bailan una danza, conocida como Mare-Mare; mientras bailan, un familiar, les van colocando la carga, es decir, guindan frutas variadas, pedazos de casabe, en el hombro de las personas que bailan o cantan, esto para agradecer también, por la fertilidad, en conexión profunda con la tierra.
Las personas van de casa en casa, son recibidas con mucha comida y Kashiiri, bebida espirituosa, elaborada de la fermentación, bien sea de la yuca, maíz o moriche. Creen también que el familiar cuando baja trae mucha hambre, se posesiona del cuerpo del familiar que recibe a la peregrinación. La celebración, en algunos casos puede durar hasta el día 3 de noviembre, de acuerdo al ánimo de la fiesta.