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Cantos de Trabaja - Olidys Rodríguez

 


Manifestación pura de la literatura popular

Cuenta la señora Regina Rodríguez, con ochenta años de edad, de pequeña, junto a su hermano mayor buscaban la leche en un hato cercano y observaba que el señor Ramón, en el momento de ordeñar la vaca, amarraba el becerro junto a esta, y entonaba un canto, algo así: “ponte, ponte mariposa, ponte, ponte, mariposa de mi corazón”. El animal se quedaba quieto; este movía sus manos ágilmente con maestría, y al momento salían los chorritos que caían en un tobo metálico. Al rato salían, con dos litros de leche y un cintillo blanco alrededor de los labios, tomaban la leche recién ordeñada, calientica, comenta   tenía un sabor que no le gustaba mucho, sin embargo, cuando llegaban a su casa, hervía la leche y agarraba un sabor irresistible.

Por otra parte, recuerda que acompañaba a su madre al río, allí se juntaban muchas mujeres, cerca se unas enormes piedras a lavar, y también entonaban cantos, mientras ellas lavaban y cantaban, los niños jugaban en la orilla muy cerca de ellas, y tarareaban las estofas que entonaban. Tendían la ropa sobre unos matorrales y al secarse las recogían, la echaban en las bañeras dobladitas, se colocaban un rollete de tela en la cabeza y se devolvían a la casa.

Recuerda, además, que su hermana Isabel, para hacer arepas pilaba maíz amarillo; echaba en el pilón unas hojas de guayaba junto con los granos y cantaba, mientras lanzaba el mazo para triturar los granos; cogía maíz para alimentar a los pollos pequeños y utilizaba una piedra para moler y luego los llamaba con un cantico muy particular...piu, piu, piu, piu, y enseguida venían corriendo los animales.

En estos cuatro momentos narrados por Regina, se puede observar que está presente el canto, y que seguramente lo aprendieron de sus abuelos. Estos cantos que repetían de forma oral e improvisados se hacían presente para hacer más llevadera la carga, o para olvidarse de la dura faena.

La costumbre de cantar mientras se realizan actividades.

En nuestro país, quien se ocupó de estudiar estas manifestaciones de carácter     estético -utilitario fue el musicólogo venezolano Luis Felipe Ramón y Rivera (1913 – 1993), publicadas en 1955, en su libro titulado Cantos de trabajo del pueblo venezolano. En esta publicación el autor asume que el canto de trabajo es universal y afirma… “El hombre canta mientras trabaja, muchas veces con el deseo de acompañarse, de no estar completamente solo. Cualquier canto aprendido quién sabe dónde puede acompañar al hombre en su trabajo”.

Estos cantos de trabajo son una manifestación pura de la literatura popular; el pueblo mismo los improvisa, nacen como fruto de una situación y perduran aquellos que producen un mayor impacto o repercusión, el pueblo mismo señala los límites y las características de cada canción.

Antes que la tecnología se apoderara de algunos oficios, era costumbre en toda la geografía nacional, realizar estos cantos en el sitio donde se desarrollaba la faena, en las montañas, la trilla en los cafetales; en las costas, los pescadores buscando el sustento; en los ríos, las lavanderas; en sembradíos, las pilanderas. Lamentablemente con el correr de años, estos cantos populares han ido desapareciendo; la mayoría de las prácticas que inspiraban los cantos no se realizan; ya no hay que ir a lavar al río, en cada casa tienen la lavadora; las arepas se elaboran con la harina, que se compra en el supermercado; las vacas son ordeñadas por unas máquinas en los grandes fundos; prácticamente estas labores y cantos, las conocerán futuras generaciones a través de la discografía, documentales y la lectura, por ejemplo, en novelas de Rómulo Gallegos, como Doña Barbara y Cantaclaro, se describen, sobre todo las labores del ganado y del quehacer del llanero.

Cantos de pilón, faena de más amplio uso en Venezuela.

El pilado de maíz, requiere de horas de laboriosidad en el quehacer de nuestras mujeres. La faena empieza con el pilado de maíz, luego se pone a sancochar, se le baja la temperatura al maíz para que quede mejor la maza cuando se muele, este proceso termina con la cocción en el fogón de las arepas, lo que llamamos arepas asadas. El pelado de maíz es donde se lleva el mayor tiempo, requiere de la fuerza, que con el mazo ejerce para trillarlo, y es aquí donde el canto salva:

Oy, oy, oy, oy  
Viva el sol viva la luna
Viva la mata e limón
Ay que vivan mis amores
Con el joven Asunción
(Ramón y Rivera)

En los actos culturales en las escuelas, es frecuente ver y escuchar esta composición, que recrea un día de esta labor de las pilanderas, con jocosas letras, gracias a la recopilación de prominentes investigadores, así como a la difusión se pueden conocer los cantos de pilón:

Dale duro a ese pilón, io-io
Que se acabe de romper, io-io
Que en el monte hay mucho palo
Y mi papá lo sabe hacer, io-io
Ya me duele la cabeza, io-io
De tanto darle al pilón, io-io
Para engordar un cochino
Y comprarme un camisón, io-io-io



Cantos de lavanderas

Este tipo de faena por supuesto se realizaba en el río, los pueblos no tenían agua y era obligatorio que las mujeres fueran a lavar al paso de río más cercano, allí se agrupaban las lavanderas con sus poncheras llenas de ropa. Cada una tenía un espacio sobre las piedras, grandes, anchas y lisas donde primero enjabonaban la ropa, para después golpearla y sacar el sucio; el canto brotaba entonces:




Cuando más trabajo tengo
canto con más alegría,
porque los mismos trabajos
me sirven de compañía.
(Tradición oral)


Cantos del Llano
 
Son los cantos más difundidos y para preservarlos la Unesco incluyó en 2017, los Cantos de llano colombo-venezolanos en la Lista del Patrimonio Cultural Inmaterial, considerando que se requieren medidas urgentes de salvaguardia, como protección y reconocimiento de sus aportes a la diversidad cultural de la región llanera de ambos países.

En estos cantos de trabajo hay poesía, pues en las coplas se vuelca el sentimiento del hombre humilde, bien sea hacia la mujer, el paisaje, la tierra o los animales. 

Los cantos de llano están presentes en cada uno de los quehaceres cotidianos de la cultura llanera. En esa labor amplia del cuidado del ganado hay por lo menos cuatro variantes orales y sonoras en los cantos de llanería: el de cabestrero o arreo, para trasladar el ganado; los de domesticación, para dominar y amansar; los de vela, para pastorear un rebaño o tranquilizarlo en las horas nocturnas; y los cantos de ordeño.

En los cantos de arreo, el ganado reconoce la voz del cabrestero y este domina la manada con sus tonadas y melodías. Los cantos de arreo son canciones de lejanía. 


Jila,jila ganaito
Por la huella el cabrestero
Pónele amor al camino
Y olvida tu comedero

Los cantos de domesticación tienen la misión de amansar reses. A este grupo pertenecen los silbidos, gritos, llamados al ganado.


Los cantos de los veladores de ganado también se acompañan con silbidos acompasados. A los silbidos y chiflos se suman los gritos melódicos. Aquí compartimos una copla de Eliseo Velázquez:

Novillito, novillito
No te pongas a bramar
que ya viene el compañero
el que me va a remplazar

Los cantos de ordeño. El llanero le canta a una res y el primer acercamiento es llamarla por su nombre, que siempre responde a una característica que tenga la novilla, aquí amanera de ilustración compartimos una copla con algunos nombres de las vacas:

A la puerta Turpial
Velo Negro y Noche Oscura
Que el ordeñador espera
Con el rejo y la totuma

Estos cantos son improvisados por el llanero al pie de la vaca, mientras extraen la leche de las mamas del ganado vacuno que ha tenido una cría.

¡Nube de Agua!
 Yo he visto vacas famosas,
 pero como tú ninguna,
 porque tú tienes más leche
 que agua tiene la laguna

Lo interesante de todo esto es que esos cantos, más allá de lo estético, deja testimonios de la pureza de un proceder artesanal, y una demostración de cómo lo social se armonizaba con el entorno, y como desde el corazón o sentimiento mismo del hombre o mujer, brotaba laboriosamente la poesía.