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El Bullying Escolar - Miguel E. Molano

 

El acoso escolar no es un problema nuevo, es como un monstruo que ha cambiado de piel con el tiempo. Siempre ha estado allí, escondido en los patios de recreo, en los salones de clase, en los pasillos de las escuelas. Pero lo más interesante no es cómo se ha transformado el bullying en sí, sino cómo hemos cambiado nosotros, los adultos, en nuestra manera de enfrentarlo. Porque si hay algo que define esta evolución, es el papel de los padres: desde la pasividad de antaño hasta la hipervigilancia de hoy, con todas sus consecuencias.

Los Años de la Indiferencia: "Así se Hacen Hombres"

En las décadas de los 70, 80 e incluso los 90, el bullying era visto como algo normal, casi un requisito para "endurecer" el carácter. Los padres de entonces solían decir cosas como: "No le hagas caso y ya", "Tienes que aprender a defenderte" o el clásico "Son cosas de niños". Era una época en la que los adultos rara vez intervenían en los conflictos entre estudiantes, a menos que hubiera sangre de por medio.

El acoso en esos tiempos era más físico y directo: empujones, golpes, robos de loncheras, apodos crueles que se pegaban como una maldición. Pero también era más limitado: terminaba cuando sonaba el timbre de salida. No existían redes sociales que extendieran la tortura hasta la casa. El problema era que, al no haber conciencia del daño psicológico, muchas víctimas sufrían en silencio durante años, cargando cicatrices emocionales que nunca llegaban a sanar del todo.

Los profesores tampoco estaban entrenados para detectar estas situaciones. A menos que un niño llegara con un ojo morado, el maltrato pasaba desapercibido. Y cuando alguien se atrevía a quejarse, la respuesta solía ser: "No seas llorón" o "Tú también habrás hecho algo". Era un sistema que, sin querer, premiaba al agresor y castigaba a la víctima.

El Cambio de Siglo: La Llegada del Ciberbullying y la Conciencia Social

Con la llegada de los celulares e internet, el bullying mutó. Ya no eran solo golpes o insultos cara a cara: ahora los ataques podían llegar a través de una pantalla, a cualquier hora del día. Aparecieron los mensajes anónimos, los memes crueles, la difusión de rumores en grupos de WhatsApp. El acoso se volvió más sofisticado y, en muchos casos, más despiadado, porque los agresores podían esconderse detrás de una cuenta falsa de Facebook.

Pero algo positivo también surgió en este periodo: la sociedad empezó a tomar conciencia. Investigaciones científicas demostraron que el bullying no era un "juego de niños", sino un problema serio con consecuencias reales: depresión, ansiedad, bajo rendimiento académico y, en los casos más extremos, suicidio. Las escuelas comenzaron a implementar protocolos, los gobiernos aprobaron leyes contra el acoso y los medios de comunicación empezaron a hablar del tema.

Los padres, por su parte, dejaron de restarle importancia. Ahora, al primer signo de que su hijo podía estar sufriendo, saltaban a la acción. Y en teoría, esto era un avance. Pero como ocurre con muchos cambios sociales, algunos llevaron las cosas al extremo opuesto.

La Era de los Padres Helicóptero: Cuando la Protección se Convierte en Obstáculo

Hoy existe un nuevo fenómeno: la sobreprotección parental. Padres que monitorean cada paso de sus hijos, que exigen reuniones con directores por cualquier conflicto mínimo, que escriben mensajes a otros niños (¡o a sus padres!) cuando hay un problema en lugar de dejar que los jóvenes aprendan a resolver sus propias disputas.

Este exceso de protección tiene graves consecuencias, quizás tan graves como el problema mismo:

Niños que no desarrollan resiliencia: Si siempre intervienen los adultos, ¿cómo aprenderán a manejar los conflictos por sí mismos?

Chicos que se vuelven dependientes: Algunos jóvenes ahora esperan que sus padres resuelvan todo, incluso peleas tontas que podrían solucionar con una conversación.

Falsas acusaciones de bullying: En algunos casos, cualquier desacuerdo entre niños es etiquetado como acoso, lo que diluye la gravedad de los casos reales.

No se trata de volver a los tiempos en que se ignoraba el bullying, pero tampoco de criar a una generación que espere que los adultos solucionen todo por ellos.

El Punto Medio: Enseñar a Pescar en Lugar de Dar el Pescado

La solución no está en la indiferencia del pasado ni en la sobreprotección del presente, sino en un enfoque equilibrado:

Enseñar habilidades sociales: Los niños deben aprender a defenderse con palabras, a poner límites, a identificar cuándo un conflicto es normal y cuándo se ha convertido en acoso.

Intervenir cuando sea necesario, pero no antes: Dejar que los niños intenten resolver sus problemas, pero actuar rápido si la situación se vuelve grave o repetitiva.

Trabajar en equipo con la escuela: En lugar de llegar con reclamos y exigencias, colaborar con maestros y directivos para crear un ambiente seguro.

Fomentar la empatía: Muchos acosadores actúan por falta de conciencia emocional. Enseñar a los niños a ponerse en el lugar del otro puede prevenir el bullying desde la raíz.

En Venezuela, la Ley Orgánica para la Protección de Niños, Niñas y Adolescentes (LOPNA) establece un marco legal clave para abordar el bullying o acoso escolar, reconociéndolo como una vulneración a los derechos de los menores. 

¿Cómo actúa la ley frente a los casos de bullying?

Reconocimiento del bullying como violencia.

La LOPNA en su artículo 32, protege a los niños y adolescentes contra toda forma de maltrato físico, psicológico o humillaciones, incluyendo el acoso escolar. Esto significa que:

Las escuelas deben intervenir de manera inmediata ante cualquier denuncia de bullying.

Las víctimas tienen derecho a medidas de protección.

Los agresores (y sus representantes legales) pueden llegar a enfrentar consecuencias legales.

La LOPNA en sus artículos 78 y 81 garantiza:

Atención psicológica gratuita en el sistema público de salud.

Cambio de institución educativa si la víctima requiere protección.

Resguardo de su identidad en procesos administrativos o judiciales.

Pero, es necesario llegar a los extremos de la LOPNA, cuál seria la forma de tratar con este problema.

Ni Indiferencia Ni Sobreprotección, sino Responsabilidad Compartida.

El bullying siempre ha existido, pero ahora tenemos las herramientas para combatirlo mejor que nunca. El reto está en usarlas con sabiduría: proteger a los niños sin privarlos de la oportunidad de crecer, de caerse y de levantarse. Porque la vida, después de todo, no viene con un filtro de burbujas protectoras.

La pregunta real que queda en el aire es: ¿estamos criando una generación más fuerte o más frágil? 

La respuesta depende de cómo equilibremos la protección con la autonomía. Y eso, querido lector, es algo en lo que todos tenemos parte.